En una ocasión una compañera de trabajo me comentaba acerca de los acontecimientos ocurridos en nuestra localidad. Una de las noticias era en relación a una familia que murió en un accidente automovilístico ocasionado por un conductor borracho que resultó ileso. Al terminar de relatar los detalles, me miró y me preguntó: ¿Dónde está Dios?

Muchas personas ante las condiciones actuales del mundo se preguntan lo mismo a modo de expresar el abatimiento e incertidumbre frente a las circunstancias.

En las Escrituras encontramos un mensaje que Dios brindó, por medio del profeta Isaías, como una señal de Su intervención en las situaciones difíciles: “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo”.

Probablemente el pueblo de Israel esperaba otro tipo de señal o intervención de parte de Dios, sin embargo, el hecho de que Dios no actúe de la forma en que nosotros consideremos la más óptima, no significa que Dios no esté obrando.

En la medida en que nuestro corazón esté sincronizado a la voluntad de Dios, lograremos identificar cada momento en que nuestro Señor nos brinda señales de Su amor y fidelidad. Nuestro Dios es un Dios activo y Su intervención es palpable desde siempre. Cada evento de nuestras vidas está lleno de Su soberanía y providencia, nada es obra de la casualidad.

Jesucristo es “Emanuel”: Dios con nosotros. Su contacto fue tan directo y cercano con la humanidad que nació, creció, convivió, lloró y se conmovió con la gente. Y por medio de Su Espíritu Santo, Él sigue presente con la misma cercanía. Él es quien nos guía, impulsa, y obra en nuestro corazón para que sea cumplido el propósito por el cual Cristo derramó Su sangre.

Descansamos en la esperanza de que nuestro Dios nunca nos deja.

No obstante, aún hay personas que se preguntan ¿Dónde está Dios?… Respondamos a su interrogante siendo portadores del mensaje de salvación que solo tiene una respuesta: ¡Jesucristo!

Escrito por: Magaly Hernández