…sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre,
como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Juan 13:1
¿Te has preguntado en algún momento cómo reacciona Dios ante nuestros errores y fracasos?
Muchas de las veces que le hemos fallado a Dios pensamos que Él detiene o cancela todos sus planes con nosotros, que deja de escucharnos o que se aleja de manera irremediable de nosotros, dejándonos como única consecuencia la culpa y la desesperación.
Pero, a decir verdad, no solo nosotros nos hemos sentido de esa manera. Los evangelios nos muestran a los amigos más cercanos de Jesús huyendo atemorizados por no saber qué pasaría después de aquel arresto en el jardín de Getsemaní. Para muchos de ellos, no había mayor fracaso que haberle prometido a Jesús nunca dejarlo, y momentos después, esconderse en la oscuridad pensando en su cobardía.
Sin embargo, lo increíble de la historia no se encuentra en la valentía o cobardía de los discípulos, sino en las promesas que Jesús les dio antes de morir. En el capítulo 14 del evangelio de Juan vemos a nuestro amado Jesús expresando las palabras más amorosas y compasivas posibles delante de un puñado de hombres llenos de incertidumbre, pero podemos descansar con la certeza de que Jesús conoce nuestro corazón y nos dio una promesa para cada situación:
Él sabía que vendrían momentos de desesperación (¡NO SE TURBEN! v.1),
que llegaría el momento en que vendría temor (¡NO TENGAN MIEDO! v.27);
que se sentirían en total soledad (¡NO LOS DEJARÉ HUÉRFANOS! v.18)
y bajo una profunda tristeza e impotencia. (¡LES ENVIARÉ AL CONSOLADOR! v.16).
¿Por qué prometerles seguridad y darle aliento a hombres débiles y llenos de imperfección?
No conforme, Jesús quiso también darles todo cuanto pidieran (Si algo piden en mi nombre, yo lo haré v.14), mostrándoles que tenían vida eterna aún y cuando se sintieran sin esperanza, (¡porque yo vivo, ustedes también vivirán! v.19) y que algún día volverían a encontrarle. (¡Voy, pues, a preparar lugar para ustedes! v.2)
El pecado es una carga que nos hunde pero Jesús tomó la carga de nuestros pecados para que pudiéramos hallar paz sobrenatural (v.27) en la cruz.
Te invito a que cada vez que te sientas el discípulo más débil, triste, fracasado o impotente… recuerdes que Él te sostiene por Su palabra y no por tus hechos, por Sus promesas y no por tus errores; porque Él te amó y te seguirá amando hasta el fin.
Autor: Carlos U. González
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