En el año 2011 pudimos visitar Turquía por primera vez con el objetivo de explorar la tierra. Mientras conocíamos el país, decidimos repartir Nuevos Testamentos en tres ciudades diferentes. A lo largo del viaje vivimos muchas experiencias y aventuras maravillosas, pero algo increíble ocurrió en la última ciudad.
Estábamos buscando el autobús para ir al aeropuerto cuando un hombre que estaba sentado en el suelo vendiendo separadores de libros nos preguntó si necesitábamos algo. Aunque no tenía muchas ganas de hablar con él porque pensaba que solo quería vendernos sus separadores de libro, le dijimos que estábamos buscando la parada de autobús. Amablemente se ofreció a acompañarnos y mientras caminábamos nos preguntó de dónde éramos. Entonces le respondí: “soy de México”. Cuando escuchó “México” se alegró y nos habló de su gran amigo Armando, el mexicano: “Hace tres años conocí a Armando, un militar mexicano que vivió en esta ciudad, me regaló una biblia”.
Yo estaba atónito porque el hombre no sabía que mi amigo y yo éramos cristianos. Cuando yo escuché que su amigo Armando le regaló una biblia me emocioné y enseguida saqué de mi mochila un Nuevo Testamento y se lo entregué. Entonces exclamó: “Esto es un milagro, tengo 49 años pero en realidad tengo 3, porque hace 3 años conocí a Jesús. Mi nombre turco es Alí, pero ahora me llamo Tomás, es mi nombre cristiano”. Tomás comenzó a hablarnos de lo que había leído en la biblia esa semana y nos dijo que su mujer y sus siete hijos ahora son cristianos también, pero ni sus padres ni sus suegros quisieron dejar el Islam. Tomás no conocía más creyentes en su ciudad y fue un verdadero encuentro divino haberle conocido.
Lo que más me impactó de Tomás es que no se esconde. Todos sus amigos saben que es cristiano y él les enseña las historias que lee en la Biblia. Pero lo que realmente cautivó mi corazón fue darme cuenta que Dios nos ama más de lo que nos podemos imaginar. Dios usó a un mexicano para que Tomás conociera a Cristo y tres años después usó a otro mexicano para animar a Tomás y decirle: “Sigue adelante, no estás solo, pelea la buena batalla de la fe, me importas y te amo”.
Dios tiene el control de todas las cosas y nos conoce de manera personal. Cuando Dios mira a su iglesia en el mundo, Él no nos ve como una iglesia de “tantos millones” de miembros… sino que Él nos ve a cada uno de manera personal, Él es el buen pastor que llama a cada oveja por su nombre.
Por esa razón el evangelismo nunca debe tratarse de números sino de personas con nombres y apellidos. Cuando entendemos esa realidad podemos conocer mejor el corazón que Dios tiene por la humanidad.
Gracias a Dios pudimos poner a Tomás en contacto con otros creyentes de su ciudad pero lamentablemente la situación en Turquía sigue siendo bastante complicada y aún queda mucho por hacer. Te animamos a orar por esta nación y pedir al Señor de la mies que envíe obreros.
Escrito por: Mauricio Reyes