El evangelista corrió la cortina de la habitación con vista a la ciudad y preguntó al joven: – ¿Qué ves allá abajo? El joven apresurado contestó: – Veo calles, edificios, autos… – Pero, ¿qué más ves? – preguntó el evangelista. – También hay personas, muchas personas. No veo nada más.