Unidos Por Medio Oriente

¿Qué enseña la Biblia y qué enseña el Corán sobre la muerte de Jesús?

¿Y si nos presentaran un Jesús distinto al que hemos conocido? Uno sin cicatrices, uno sin cruz, uno que no murió ni resucitó de entre los muertos… ¿Dónde quedaría la gloria de su triunfo? ¿Dónde quedarían las heridas por las que tantas veces hemos sido sanados? ¿Dónde sus cicatrices que nos acercan a Él, sus lágrimas derramadas en Getsemaní? ¿Dónde quedaría su sangre, su preciosa sangre que nos hizo volver a vivir? que nos dio entrada a su reino; y siendo pobres y pecadores, nos hizo vestir de lino fino. ¿Dónde quedaría su más grande expresión de amor hacia el mundo que con su palabra formó?

¿Dónde quedaría nuestro amor cautivado por su amor, que no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse? Lamentablemente, y aunque nos parece confuso, al 20% de la población mundial les presentaron un Jesús distinto al nuestro, porque alguien osó restarle majestad en sus escritos.

El Islam enseña que Jesús o “Isa” no fue crucificado. El Corán dicta que aunque era el plan de los enemigos de Jesús el crucificarlo y matarlo, Dios lo salvó y buscó un sustituto; y los enemigos crucificaron a aquel hombre, pensando que era Jesús. Literalmente, el Corán, escrito entre el año 610 y 632 después de Cristo, les enseña así:

“Ellos dicen: «Ciertamente, nosotros hemos matado al Mesías, Jesús, hijo de María, Enviado de Dios», pero no le mataron ni le crucificaron, pero a ellos se lo pareció. Quienes discuten y están en duda acerca de Jesús, no tienen conocimiento directo de él: siguen una opinión, pues, con certitud, no le mataron, al contrario, Dios le elevó hacia Él, pues Dios es poderoso y sabio. 4:156

Sin embargo, en la Biblia encontramos muchas profecías del propósito perfecto y soberano de Dios reveladas no después de que viniera Jesús, como en el caso del Corán, sino que se adelantaron cientos de años antes de que Jesús viniera a la tierra, profecías que no solo aseguraban su Deidad y que lo confesaban Rey, sino que anunciaban cada detalle de su vida: el lugar de su nacimiento, su ministerio, su misión, y también el sufrimiento que padecería a causa de nuestro pecado, entregando su vida como sacrificio por la humanidad.

Isaías 53 (escrito 750 a.C.) declara sobre la muerte de Jesús en la cruz:

“No hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.
 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”

El “Isa” auténtico murió en la cruz, y al tercer día resucitó, tal como lo había dicho Dios a través de los profetas, Él es el que se revela a nosotros a través de las Sagradas Escrituras, el que vino a salvar lo que se había perdido, el que dice al hambriento, “Yo soy el Pan de Vida”, y a los cansados: “Venid a mí, yo los haré descansar”. Este es el Verdadero Jesús, “Isa”, que los musulmanes no han podido conocer, el mismo que desea revelarse a ellos y ofrecerles vida y vida en abundancia.

Pero hoy en día sucede como al Etíope en el libro de Hechos (8:31), que pregunta a Felipe, “¿Cómo lo voy a entender, si no hay quien me lo explique?” Oremos para que Dios envíe obreros a su mies, y les provea el denuedo para hablar de Cristo como deben hacerlo, que su Nombre sea anunciado y ningún argumento prevalezca ante el mensaje de la cruz.

Escrito por: Raquel Rossany

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