Si estás atravesando un desierto que intenta consumir tu fe cada día y sientes que no puedes más en tu caminar con Dios, te rogamos que antes de tirar la toalla, consideres lo siguiente:
Observa tus heridas, esas que parecen incurables, y alégrate porque Jesucristo, en su eterno amor, todavía sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas.
Vuelve a asombrarte como un niño por las veces que el mar se abrió frente a tus ojos cuando algo parecía imposible y dinos quién más podría haberlo hecho. No olvides que si en el pasado tuviste victorias fue porque Cristo siempre estuvo allí: entretejiendo todo, preparando horarios, escenarios, y personas… solo porque decidiste creerle a Él.
Si vas a mirar atrás, procura que no sea con la mirada incrédula de la esposa de Lot, que antes de mirar la salvación, añoró las migajas del mundo y menospreció a quién la amó. Antes procura caer de rodillas como un enamorado que entiende que recibe más amor del que podría dar.
Medita en las palabras del apóstol Pablo cuando dijo que los sufrimientos por los que ahora pasamos no son nada si los comparamos con la gloria que habremos de ver después. Y ten presente que nuestro tiempo en la tierra es demasiado corto comparado con toda la eternidad. No renuncies a lo eterno por algo temporal.
Perdona a aquellos que te han ofendido, incluso a otros cristianos que te han tratado mal, a los que te han herido, traicionado o han cometido alguna injusticia contra ti. Recuerda que tú también recibiste perdón cuando no lo merecías. Es muy probable que mientras perdonas experimentes la libertad que estabas anhelando.
Quizá sientes soledad y todos te han abandonado, pero aunque no puedas ver con tus ojos físicos a Jesús, Él es más real que cualquier cosa que tengas a tu alrededor, y Él ha prometido estar contigo todos los días hasta el fin del mundo. Jamás olvides las veces que has experimentado Su amor cuando Él escogió tomar tu mano.
Cuando amanece y sientes que el dolor se ha prolongado más allá de la noche, recuerda cuando Jesús se acercó a Pedro y en las aguas profundas le pidió que echara la red, una vez más… Jesús está contigo y esta vez el resultado será diferente.
En esos momentos donde parece que la tormenta acabará contigo, que no ves salida alguna, ten presente que el Maestro había subido a tu barca y Él está en control de todo, aún si no lo ves.
Sea cual sea la situación por la que estás pasando, piensa por un momento que, en la cruz, Cristo cargó con todo nuestro dolor y nos hizo libres.
No te des por vencido, dejar de seguir a Jesús no es una opción. Él nunca se dará por vencido contigo, no desmayes, no te canses… Vale la pena, lo vale todo, el seguir a Cristo es tu mejor decisión… Ten por seguro que mientras Jesús siga sentado en su trono, con el guión en sus manos, tu historia no ha terminado. Si Él te sostuvo antes, lo volverá a hacer. Él es nuestro mejor tesoro.
Escrito por: Raquel Rossany, Mauricio Reyes y Andrea López