El joven pastor está cantando otra vez, no tiene mucho público a excepción de las ovejas, que parecen callar para oírlo. No hay espectadores mientras él busca, en la intimidad, conocer a Dios.
Tan solo si alguien escuchara sus canciones… La gente se pondría camisetas con su nombre estampado y se aglomerarían en largas filas para obtener su autógrafo. Pero no, no hay promoción ni la remota posibilidad de que alguien “importante” fije sus ojos en él para sugerir al nuevo ícono.
Pero el joven pastor tampoco tiene sed de popularidad. No ha visto qué hay más allá de las montañas y, aún si lo supiera, iría solo para también encontrarse con Dios allí porque él es un adorador, un sediento de justicia que no tiene mayor ambición que la sonrisa de su Creador.
Mientras tanto, un rey se juega la corona. Acostumbrado a los aplausos menosprecia su llamado y se burla del profeta. Desobediencia, mentiras y un veredicto: desechado. Desfilan entonces los candidatos a la corona, solo los mejores pueden presentarse: valientes hombres de guerra que no logran calificar. Si ellos no son aptos, entonces nadie lo es.
La mala noticia es que no se ha hallado en todo el reino alguien idóneo al trono, la buena noticia es que el cielo ha estado esperando este momento. El joven pastor de ovejas ha estado perfumando el cielo con alabanza desde hace mucho tiempo y está por suceder algo que nunca hubiera imaginado: Dios pronuncia su nombre.
¿Pero, cómo? – Se pregunta el profeta Samuel.
Debe haber un error… – dice su padre, mientras razona si el profeta ya no es tan ungido como antes.
Pero Dios ha hablado y su voz es inconfundible:
– Levántate y úngelo, porque éste es. (1 Samuel 16:12)
Porque Dios no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Dios mira el corazón. (1 Samuel 16:7) Pero él te tomó de detrás de las ovejas… (2 Samuel 7:8) y te consideró para que vivieras para su gloria, diseñando tus días a la altura de su voluntad.
Dios contó contigo para que llegues donde otros no han llegado y retomes lo que otros abandonaron. Cumple tu llamado de rey sin olvidar que fuiste solo un chico detrás de las ovejas.
Escrito por: Raquel Rossany