En una ocasión, un joven adinerado se acercó a Jesús para preguntarle cómo obtener la vida eterna. Esta historia relatada en el evangelio de Marcos nos indica que este joven confesó haber guardado cada mandamiento y haber cumplido todas las leyes de Dios.
Los ojos de Jesús miraban fijamente al joven mientras lo escuchaba hablar de lo bueno que había sido desde su corta edad. Finalmente, este hombre rico, deseoso de saber qué más le faltaba hacer, recibió una respuesta inesperada por parte de Jesús:
“Entonces, Jesús mirándole, le amó, y le dijo: Anda y vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoros en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.” (Mr. 10:21)
La respuesta de Jesús le pareció un requisito demasiado extremo. El sistema le había enseñado que lo más importante era seguir las reglas, por lo que estaba acostumbrado a “cumplir normas” para intentar ser aceptado y de esa manera poder agradar a Dios. Sin embargo, se olvidó de prestar atención a lo verdaderamente esencial en ese momento: Jesús mirándole y amándole.
En ese instante, perfecto y sublime, más que un requisito, el joven rico estaba recibiendo la invitación a corresponder al amor que más adelante se entregaría hasta la muerte por él. Pero él no alcanzó a fijar sus ojos en los del Maestro.
Amigos, seguir a Jesús no se trata de requisitos y normas que cumplir, y quien así lo vea está muy equivocado. Dios nos hace una invitación a corresponder al amor que se dio por nosotros en la cruz y nos ofrece el privilegio de poder vivir en ese espacio en donde somos amados por Jesús.
Cuando aceptamos su invitación comenzamos a amar todo lo que él ama, a desear vivir y andar como él anduvo. Solo entonces podemos tomar la cruz y abrazarla, llorar si es necesario, pero sobretodo, recibir su amor nos hace arrojarnos a los brazos de Cristo y seguirlo hasta el final, cueste lo que cueste.
Por mucho tiempo cuestioné por qué el joven rico, siendo que era tan “bueno”, declinó la petición de dejar todo para seguir a Cristo. Ahora entiendo que si no miramos a Cristo y recibimos su amor, nosotros también habríamos rechazado a Jesús.
¿Por qué no te detienes y tomas una pausa para enfocarte en la mirada de Cristo? ¿Por qué no te dejas cautivar por Él mientras recibes su amor? Y claro, cuando experimentamos su amor, ¡qué no haríamos por amarlo a él y para que esos ojos nunca se apartasen de nosotros!
“De cierto les digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre, o madre, o mujer o hijos, y tierras, por causa de mí y del evangelio que no reciba cien veces más ahora en este tiempo… y en el siglo venidero la vida eterna” (Mr. 10:29-30)
Autor: Raquel Rossany
Ya puedes escuchar NAZARENO aquí: https://youtu.be/lVwTCvLulEg