Unidos Por Medio Oriente

No podemos callar

Les compartimos un testimonio de lo que hemos estado viviendo en Madrid, escrito por Ramón Alcántara:

Las buenas nuevas son tan buenas que no podemos callarlas. Como cada día, bajamos el último viernes del 2013 para predicar en Puerta del Sol (Madrid). Desde el primer momento vimos como Dios se estaba moviendo, realmente podía sentir Su presencia de una forma muy especial en la calle, había muchas conversaciones con personas que estaban bajo convicción de pecado y, esa tarde, tuve una de las que más ha tocado mi corazón con un adolescente de aproximadamente 17 años. Empecé hablando con él sobre como algún día vamos a morir y nos presentaremos delante de Dios para ser juzgados. Después de preguntarle sobre algunos de los mandamientos, él reconoció que era culpable delante de Dios, sabía que por ser culpable no podría entrar en el cielo y que su destino era el infierno.

¿Te preocupa ese lugar? –  pregunté.
No, porque no sé cómo es.

Escuchar esa respuesta sacudió mi corazón, nunca antes me habían respondido así. La realidad es que muchas personas no están preocupadas por su eternidad porque no saben cómo será y nadie les ha advertido nunca acerca de a qué tendrán que enfrentarse.

Empecé a describirle lo que Cristo había dicho acerca del infierno, sobre cómo íbamos a estar alejados de Dios eternamente y, de nuevo, volví a preguntarle si le preocupaba el infierno.

Sí, me preocupa –  respondió.
Si supieras que hoy es tu último día de vida, ¿qué harías para cambiar tu destino hacia el infierno y no ir ahí?
Cumpliría la ley – dijo.

¡Eso está muy bien! –  le contesté – pero en nuestras propias fuerzas es imposible cumplir con la ley de Dios.

Le hablé de como alguien completamente puro, inocente, el creador de todo el universo había dejado su gloria, había nacido de la forma más humilde y por amor a nosotros, murió de la peor manera para pagar por nuestros pecados, y gracias al sacrificio de Cristo en la cruz, podíamos ser salvos y reconciliados con Dios. A medida que le describía lo que Cristo había hecho por nosotros, podía ver como su cara se llenaba de esperanza, sus ojos de lágrimas de emoción. En ese momento, se acercó todo el grupo de amigos que lo acompañaba, una de las chicas tenía dolor en el hombro.

¿Puedo pedir a Dios por sanidad en tu hombro?  –  pregunté.
¡Sí! – respondió. (El hombro le dolía un 6, en una escala de 1 a 10).

Declaré sanidad sobre ella en el nombre de Cristo y en un instante todo el dolor desapareció. Ella no se lo podía creer, empezó a levantar el brazo y a decir palabrotas de la emoción, jurando a sus amigos que llevaba toda la tarde con dolor y sin poder levantar el brazo, pero que ahora estaba sana. El chico con el que estaba hablando, ya no sólo estaba lleno de esperanza por las buenas noticias de cómo somos perdonados, sino que había presenciado el poder de Dios por primera vez al ver la sanidad de su amiga. Al final de la conversación los animé a todos a hablar con Dios.

Nadie puede argumentar que no ha sido llamado a predicar, el mandato de Cristo es claro: «id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura». Si de verdad hemos creído que Cristo es el único camino, la verdad, la vida y que nadie va al Padre si no es a través de Él; si realmente estamos creyéndolo, debemos examinarnos y ver si estamos haciendo todo lo posible para que las millones de almas que están sin esperanza puedan conocer a Cristo.
Hay malas noticias pero también tenemos buenas nuevas que anunciar a las naciones, a los que nunca antes han oído hablar de Cristo y son tan buenas que no podemos vivir sin proclamarlas, miles de almas necesitan escuchar acerca de Cristo.

Hoy es día de buenas nuevas y nosotros callamos. Debemos ir de casa en casa, a las calles, plazas, naciones y proclamar la mejor noticia del mundo y es que Cristo nos ofrece perdón cuando nos arrepentimos y decidimos vivir completamente para Él.

– Escrito por Ramón Alcántara

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